"qué iluso que fui sólo por amarte
creí que podía ser tu dueño así..."
son las 3 de la mañana . lo sé por tu
sonrisa borrosa y por mi cuerpo que no logra desatarse de la costumbre de tu
cama . son las 3 de la mañana y esta sábana usada, caminada y bombardeada, me
va a marcar la espalda con una suerte de geografía inexacta, mapa del mundo
nocturno donde van a morir los sueños y la piel . siempre hago lo mismo .
siempre repito el itinerario, copio a mano alzada tu cintura, reconozco el
error, lo borro con el codo, desafino la nota más alta . siempre sé lo que
viene después . un silencio ciego, tus brazos rodeando tus rodillas, mi lento
caminar entre toda esta sombra y el bañito . la canilla gotea . desde que te
conozco, gotea . va a seguir así porque nadie la arregla . va a seguir así
porque no soy tu hombre, ni el hombre de esta casa . sólo soy un cuervo que
supo anidar en tu ventana en tu peor momento . sólo soy un refugio de noches
fuleras y palabras tontas . un turista del desastre y el bardo hermoso que supone
ser tu vida . son las 3 de la mañana y pitas un cigarrito . en bolas, tiritando
y achinando los ojos, disfrutando del tabaco que te da un puntapié en la sangre
. la luz del baño es fría, fluorescente y se pegotea entre las costillas . me
miro al espejo y digo en voz baja que es la última vez que me subo a un tacho
con vos . los dos doblados de birra y tangos que no sabemos bailar . de la jeta
y corriendo por la calle como animales desaforados, porque cayeron dos gotas y
ya flasheamos que se viene un diluvio . digo en voz baja que es la última vez
que vengo hasta este monoambiente con balcón francés, sobre una avenida que es
la olla del peligro céntrico, en un barrio de guapos, inconscientes y puras
mexicaneadas . tengo un partido de rugby de elefantes drogados loopeando en el
bocho . enfoco la vista y sobre el mentón encuentro el cadáver de un raspón . y
ahí nomás, la memoria acciona su maravilloso mecanismo de péndulos y engranajes,
de nombres de minas random, de noches enfrascadas sin rotular . recuerdos
estrechos y empedrados, de andar sinuoso y desconfiado . recuerdos que se
inflan como globos en este bañito de 2x2 en pleno barrio de Monserrat . la
gárgara larga del botón del baño tapa el ruido que hace mi panza, un poco por
hambre, otro poco por angustia . más allá del azulejo suena un bandoneón
quejoso y desolador, apertura propicia para el tanguito más triste de Los
Piojos . y la melancolía es un cuchillo inoportuno e invisible, que se clava donde
más duele y donde menos se deja ver . y esta melancolía es lerda para el
puntinazo en la canilla, para la sal sobre la herida, para el llamado sin
pensar a tu número que todavía guardo con un dejo de esperanza . me acuerdo de
la noche en que te conocí, borracha, en una terraza por Palermo, hablabas con
unos franceses en un resbaladizo inglés mitad francés desvergonzado . te vi y
no pude creer, pese a mi duelo, mi saliva empantanada y mis moretones, que me
parecieras tan radiante y luminosa en una noche tan cerrada y perdida como esa
. tu boca bailaba al ritmo de la trabada y confusa conversación y hablabas de
Montmartre y Sacré Cœur como quien dice de memoria las preposiciones . a-ante-bajo-cabe-con-contra-de-desde-en-entre-hacia-hasta-para-por-según-sin-so-sobre-tras-mediante
y durante... durante 2 minutos estuve colgado mirándote, leyéndote el cuerpo,
aprendiendo la curva de tu sonrisa, adivinando tus dolores . durante 2 minutos,
que en esa cámara lenta de alcohol y curvas cerradas simbolizaron 30 minutos de
una de mis noches más inverosímiles y maravillosas . creo que estabas descalza,
y si así no fue, mi cabeza y el amor me jugaron una linda pasada . tenías un
vestidito, como un campo de lavanda floreciendo en el cuerpo, no adiviné
corpiño porque breteles no vi . supe en ese instante que, acto seguido, iba a
entrar en tu vida, que iba a decir algo idiota, que ibas a captar la intención
y te iba a parecer tierno, que esos franceses iban a desaparecer, que toda esta
terraza entera iba a desaparecer junto con el mundo y todo el dolor acumulado, que
íbamos a estar flotando en un asteroide de borracheras y sábados, que ya nada
más iba a importar porque tus ojos se iban a confundir con los míos y si bien
no sería amor inmediato, bien podría ser una suerte de hechizo, hipnosis o el
deseo incontrolable de querer abrazarte y sentir que todo iba a estar bien para
siempre . tuve una epifanía: tu nombre, la cama, el bostezo compartido . te
reías y no sabías bien por qué . te reías y por eso fue la pausa de este mundo
siempre tan a los pedos . gesticulabas y los franceses iban pegados a tu boca
como moscas en un parabrisas . interrumpí, de manera torpe, con un vaso de
birra en la mano . hice una pausa eterna con el dedo apuntando hacia el cenit mientras
el nadir se me cagaba de risa . hablé de lo maravillosa que nos pareció esa
ciudad, de sus barcitos perdidos, de las calles y su gente . de cómo nos
cagamos de frío una tarde en la torre Eiffel, de la infección en mi ojo, del Louvre
y la emoción en Notre Dame . hablé en un plural que me dejó en offside y
mientras los franceses me miraban en perpetuo silencio, vos entendiste que ese
pifie era totalmente sincero y de alguna manera, inevitable . y ahí fue que te
parecí tierno y el resto es historia: el apocalipsis de la terraza, tu campo de
lavanda inundando mi ropa, los dos chapando en un taxi desesperados por llegar
al monoambiente del barrio de Monserrat . esa noche, nuestra primera noche,
dejé pegada atrás del espejo de tu botiquín una lista, escrita con letra
apurada y extasiada, de cómo las cosas que siempre planeas y proyectas llegan,
pero a veces en formas inesperadas y no por ello dejan de ser geniales . el
identikit rezaba caprichos y detalles de una mina que nunca iba a conocer,
imposible, pero tenía que ser lo suficientemente fuerte el impacto para
quebrarme la guardia y cagarme todos los planes . ahí estaba la gracia.
y se hicieron las 3 de la
mañana . la atmósfera congelaba los fantasmas de viejos cuerpos que supieron
caminar y hacer crujir el piso de madera de este monoambiente . vos en la cama,
pitando, sonriéndole a la luna que entraba por la ventana, envuelta en humo y
jazmines que decoraban tu mesita de luz . en el baño, el suelo frío, mi cara en
pausa sobre el espejo, la mueca del miedo y la velocidad . con los meses
aprendimos a saltar baldosas flojas, a rascarnos la barriga, a llenar el tiempo
de películas y arrumacos sobre una cama que se transformó en capital de todas nuestras
tardes, con o sin sol . con los meses aprendí a recordar en singular, a sonreírle
a las viejas fotos, aprendí al pie de la letra eso de que para tener hay que soltar . vos te llenaste de algunas sombras y
mensajes de ex novios que preguntaban por vos y por tus cosas . te acribillaron
la puerta de tu casa, te pusieron en cuarentena el corazón . pudiste salir airosa,
te pusiste el equipo al hombro y saliste jugando, con la cancha en la cabeza . te
abracé en cada caída, en cada golpe a la paz de este departamento, en cada
resbalón sobre la cama, en cada tropiezo por la alfombra levantada . arreglé el
cuerito de esa bendita canilla y me raspé el mentón con el borde de la cama
mientras buscaba tu animal mitológico una tarde en la que te bañabas y
canturreabas una vieja chanson de Gainsbourg . me hablaste de Abelardo Castillo
y de cómo te sentías unida por algún hilo extraño e invisible a La Sirenita .
ahí entendí, por primera vez, que esto podía ser amor posta y algo más que un
par de meses jugando a ver quién disparaba primero . te gustaba jugar con tu
pelo y hacer lentos movimientos con las manos sobre mi cabeza, como
interpretando melodías complejas que sólo vos escuchabas . murmurabas bien
bajito, casi imperceptible, mientras tus manos dibujaban una órbita alrededor
mío . el gato te escuchaba siempre atento, vos le hablabas al oído y el muy
guacho iba corriendo al baño sobre sus piedritas . te hacía caso, yo te hacía
caso, todo en este mundo te hacía caso .
son las 3.30 de la mañana
. toco con un dedo el viejo raspón del mentón, la cicatriz . pasaron meses de
esa noche en la que caímos en un remolino de cosas nuevas, de perfumes, de
rutinas, de palabras inventadas . me miro en el espejo y no sé por qué carajo
pienso que no voy a hacer más locuras a tu lado, que digo que es la última vez,
que prometo no repetir errores, ¿quién soy yo para sentenciar semejante
boludez? me miro en el espejo y veo a otro tipo, el que supe ser, abatido por
el dolor de otra persona, enrollado por un mambo ajeno y tan injusto . la
canilla ya no gotea . no gotea porque la reparó el hombre de tu casa . no te
escucho pitar en silencio, el gato no maúlla . la casa está enmudecida,
atrapada por los gritos que se escuchan a lo lejos en la calle . no estás sobre
la cama, los jazmines no están en la mesita, el balcón francés no me devuelve
la imagen de esa avenida apenas transitada del barrio de Monserrat . este
monoambiente ya no es el tuyo, es mi casa, en Villa Ortuzar: un retrato de
Riquelme dibujado a mano colgando en la pared, unos discos de los Redondos en
el suelo, El que tiene sed sobre la
mesa de luz y de nuevo, el quejoso y melancólico cantar del bandoneón de ese
tanguito piojoso, atravesando las paredes acartonadas de este monoambiente
sobre Avenida Triunvirato.
abro el botiquín y
encuentro aquella vieja lista, el identikit de lo imposible, de la utopía que da
marcha al viejo motor de los sueños . todos los puntos tachados, menos uno:
“Ya
voy a conseguir un Hipogrifo que viva bajo mi cama. Vas a ver…”